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Ana Ibáñez
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4 mar. 2018
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Haider Ackermann ilumina las pasarelas con delicadeza

Traducido por
Ana Ibáñez
Publicado el
4 mar. 2018

La oscuridad reina en el gran salón central del Palacio de Chaillot, tapizado con terciopelo negro. A lo lejos se intuye un tímido punto de luz, de donde brota una fina bruma. Sobre este melancólico decorado y con la voz ronca y sensual de Lou Reed entonando "Vanishing Act", comenzaron a desfilar las modelos como apariciones.


Haider Ackermann - otoño-invierno 2018 - © PixelFormula


Entres estilismos ultracortos que dejaban al descubierto largas piernas vestidas con medias monocromáticas de colores intensos (verde absenta, amarillo pollo, azul turquesa), con botines de satén con cordones del mismo tono, faldas flotantes que iban del rosa palo al amarillo oro, y trajes pantalón de seda anaranjada, las siluetas creadas por Haider Ackermann para su colección otoño/invierno 2018-19 comenzaron a liberar una gran dosis de energía.

Con esta paleta cálida e inesperada comenzó a obrar la magia. "Esta temporada he utilizado los colores para aportar una dosis de optimismo. Es una época muy complicada. Hacen falta colores. Quería mostrar algo estimulante, alegre y frágil al mismo tiempo. La fragilidad puede ser bella", nos confiesa el diseñador entre bastidores.

"Para mí no hay solo una mujer, sino diferentes caracteres y sensibilidades", añade. Las modelos se suceden sobre la pasarela contando cada una una historia particular. Vestidas con solo una chaqueta, una cazadora anudada a la cintura a modo de falda, con medias de colores o con pantalones de látex de color negro, algunas adquieren una actitud rebelde.

Otras encarnan la sensualidad con vestidos de seda tipo bata, ligeramente entreabiertos, o con impermeables de tela de paracaídas de tonos cobre metalizados, a veces llevando solo una chaqueta de hombre sobre la piel desnuda.

También estuvo la figura de la "femme fatale", con trajes de seda o tejidos brocados bordados en naranja intenso; así como la romántica, con vestidos de noche de terciopelo y blusas de seda con volantes, anudados al cuello con largas tiras que adornan la espalda.

Las estilismos trascurrieron, evanescentes y vivos al mismo tiempo, antes de desaparecer definitivamente en la oscuridad.

 

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