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El legado de los diseñadores japoneses le come terreno al clasicismo de París

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EFE
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24 oct. 2019

Los diseñadores japoneses llegaron a finales de los años 70 a la pasarela parisina, provocando una revolución que ha dejado una huella recuperada hoy por los jóvenes creadores de la moda más transgresora y conceptual.


La colección otoño- invierno 2019-2020 del diseñador japonés Yoshiyuki Miyamae para Issey Miyake - EFE


En la última Semana de la Moda de París, solo un 50 % de las firmas que desfilaban eran francesas. De las extranjeras, la mitad de las presentaciones fueron japonesas en las colecciones de hombre, y una de cada cuatro en la agenda de mujer.

"Para entrar en el calendario oficial de la Federación de Alta Costura y Moda (FHCM) una firma debe reunir creatividad y proyección comercial a nivel internacional", aclara a Efe una portavoz de la FHCM.

Para la periodista especializada en moda Marta D. Riezu, más que un estilo visual, "los diseñadores japoneses del presente y de hace cincuenta años comparten una sensibilidad, una inclinación por el mensaje abstracto junto a un profundo respeto por la funcionalidad de la prenda".


La primera ola de japoneses



Los creadores nipones debutaron en una década de estética disco, post-punk y hippy en la que el prêt-à-porter se erigía frente a una alta costura en decadencia.

El diseñador Issey Miyake fue el primero en desfilar en París en 1976 proponiendo a la mujer occidental una sensualidad discreta.

El "Estudio Miyake", centro de investigación textil, ha trabajado las prendas con una dimensión plástica: creó un espacio entre la piel y el tejido, confeccionó con una sola pieza de tela prendas sin cremalleras ni botones e inventó un indeformable tejido microplisado.

Miyake avanzó la ruptura iconográfica que llegaría con Kenzo Takada, Yohji Yamamoto y Rei Kawakubo.

La introducción del algodón o las referencias étnicas en la moda de lujo fueron algunos de los desafíos que Kenzo hizo a las rígidas normas de etiqueta y protocolo de finales de los 70.

Con un enfoque menos centrado en el marketing, los japoneses prescindieron en sus desfiles de las supermodelos y sus herramientas de comunicación respondieron a una visión artística de experimentación y emoción.

Gracias a Issey Miyake la moda y el arte se dieron la mano por primera vez en el año 82 cuando una de sus esculturales creaciones apareció en la portada de la revista de arte "Artforum".

Poco después, Miyake sentó las bases de las exposiciones de moda con unas presentaciones permanentes de sus colecciones cuyos ecos resuenan hoy en la Fundación de Azzedine Alaïa, Yves Saint Laurent o, en Madrid, la Colección López-Trabado.

La única mujer de los grandes diseñadores japoneses, Kawakubo, creadora de la firma Comme des Garçons, fue -y es- la más disruptiva.

Los trajes de jorobas deformando completamente la silueta femenina, su maestría del harapo y del volumen desequilibraron la simetría convencional en Occidente. Sus ideas y contraposiciones son una fértil fábrica de prendas inéditas.

Yamamoto, por su parte, desconcertó con una estética depurada de pobreza que se convirtió en el nuevo lujo. Sus técnicas de deshilachado, bajos inacabados y agujeros se enfrentaron a la opulencia de los 80.

"La fluidez de género, la funcionalidad, las proporciones y el estilo desenfadado forman parte de los códigos de la cultura japonesa que son propuestas muy contemporáneas", opina la portavoz de la FHCM.


Las nuevas generaciones



"Tienen buenos maestros de la rebeldía en los que fijarse, como Kawakubo o Yamamoto. Creo que saben proteger sus propios ritmos y sacar provecho de la tensión entre la belleza normativa y su ruptura de las reglas en el volátil mundo de las tendencias", explica Riezu.

Ahora, las arriesgadas proporciones de Anrealage, las prendas híbridas de Sacai, la manipulación de contrarios de Junya Watanabe y Beautiful People o la capacidad de revisitar clásicos occidentales e integrarlos en los orientales de Mame Kurogouchi son aplaudidas en pasarela sin la estupefacción que generaron estas propuestas iconoclastas en los 80.

Los representantes de la nueva escuela "son estables, no se traicionan a sí mismos y no olvidan que la moda, la buena, es una carrera de fondo y un compromiso con la coherencia", concluye la experta.

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